22 de abril de 2015

UN SÁBADO EN EL CENTRO ALLÁ POR LOS 70.

Cuando era adolescente por lo general con mis amigos los fines de semana la pasábamos en Lomas o Banfield, rara vez nos acercábamos a Adrogué porque siempre decíamos que había mucha chetada.
También nos gustaba ir al centro donde había otras diversiones y otro movimiento.
Los años 70 fueron de esplendor con los cines de la calle Lavalle donde una vez por mes con los pibes íbamos a ver alguna película.
Recuerdo todavía cuando fuimos a ver, "FIEBRE DE UN SÁBADO POR LA NOCHE" porque éramos fanáticos de la música de los Bee Gees.
En esa época los cines eran un despelote porque se mezclaban los que entraban con los que salían mas la gente que pasaba por la calle.
Había un montón de funciones aunque nosotros siempre concurríamos a la trasnoche que comenzaba a la 1.00 AM, porque antes dábamos unas vueltas por el centro e íbamos a cenar.
Recuerdo también que cuando pasabas por Reagards había modelos desfilando mostrando la amplia variedad de camisas que vendían.
Cuando pasabas por los teatros de la calle Corrientes te encontrabas con Olmedo y Porcel en las marquesinas acompañados por diosas como Moria o la Lechuguita, exponentes de la mejor carne Argentina.
Siempre recuerdo la esquina de 9 de Julio y Corrientes en esos años estaba la galería del "Trust Joyero Relojero"
A la hora de cenar la elección siempre se centraba en "LAS CUARTETAS" para degustar la mejor pizza de Buenos Aires o "EL PALACIO DE LA PAPA FRITA" donde te servían unas milanesas gigantes con fritas o puré.
Luego de la cena rajábamos rápido para sacar las entradas y hacer la cola para entrar al cine.
A la salida y ya de madruga tomábamos un café en "El Reloj" en la esquina de Esmeralda y Lavalle donde dejábamos los últimos pesos en lo que consumíamos.
Algún Sábado y con algo mas de plata hacíamos una visita al Barrio de la Boca a comer en alguna cantina, nuestra preferida era Spadavechia.
Luego de comer a lo loco nos hacíamos una corridita hasta el Rosedal de Palermo, donde veías pasar las chicas con las clásicas minifaldas de la época y el pelo super lacio de haberse hecho la toca.
Las idea era tratar de enganchar algo para seguir dando vueltas sanamente por la noche.
Muchas veces había éxito y otras no, pero formaba parte de la diversión en esos años que parecen tan lejanos.
"Te acordas hermano que tiempos aquellos" 

LOS FLIPPERS.

Quien no los recuerda si durante muchísimos años fue considerado como el rey de los entretenimientos.
Mas allá de la gran cantidad de vídeos juegos que hay hoy en día en toda sala de juegos que se precie de ella, no puede faltar este aparatejo donde sobresale su tictac, que siempre tiene algún fanático siguiendo ese derrotero errático de una bola que golpea, y que a pesar de la desesperación del jugador, termina descansando en su tronera.
Algún atractivo tiene este juego de recursos mecánicos, que conserva su lugar en los grandes salones de juegos de muchas partes del mundo.
La historia de los flippers puede rastrearse en el siglo XV, donde combinando pelotas y palos, o tejos y palos, nacieron también juegos como el billar, el cróquet y luego juegos como el bowling. 
El billar generó una versión llamada snooker y poco después, otro juego algo parecido al flipper, y en esa primera versión, nació de colocar una serie de clavos en una mesa e intentar atravesar con una bola, taco mediante, los distintos intersticios incorporándose luego los hoyos.
Cuentan que el rey Luis XVI, fanático del juego hizo instalar una gran mesa en el Chateau D'Bagatelle, de donde deviene su nombre. 
La primera referencia literaria a los pinballs es la que figura en una novela de Charles Dickens en 1837, en "Los papeles póstumos del Club Pickwick", cuentan que los miembros de ese club visitaban la taberna de Peacock donde se divertían "en un tablero bagatelle.
Los Ingleses les incorporaron unos clavos especiales, o sea Pin, por lo que el juego comenzó a llamarse pinball, siendo a mediados del siglo XIX donde alcanzaron popularidad EEUU, donde un inventor patenta el lanzabolas, elimina los tacos, le incorpora luces internas y más tarde el sonido, produciendo una verdadera revolución. 
La compañía Rockola lanza en 1960 el estilo "bola extra" y bautiza al juego como Flipper.
El primer flipper que "hablaba" con una singular voz decía: "Gorgar wants you" y comenzaba el juego.
En 1980 se conoció el Firepower, el primero "multiball" que permite jugar con hasta tres bolas simultáneas.
Por esos años salió el Black Knight, un flipper de dos pisos y colores sombríos, donde las bolas desfilaban desorientadas por ambos pisos; más tarde el Haunted House, con sus tres pisos vino a enloquecer a los fanáticos.
A finales de los 90 el flipper dejó de producirse, apareciendo luego nuevos modelos con tecnología digital, pero las fábricas no pudieron sostenerse y hoy estas máquinas casi no se consiguen.
Sin embargo miles de usuarios recorren salones a lo largo de todo el mundo, para encontrar a esas máquinas que desafían la lógica y la habilidad de un jugador que apuesta al azar y también a su destreza.

LIBRO DE VISITAS.