Piuma fue el único gato que tuvimos como mascota en mi casa, entro en nuestras vidas cuando una noche lo encontramos tirado en el jardín todo mojado porque estaba lloviendo.
Era muy pequeño yo diría que tenia un par de semanas de vida, y el pobre estaba que se iba y no se iba de este mundo.
Enseguida lo limpiamos y le dimos un poquito de leche y le hicimos una camita con un almohadón viejo.
Pasaron los días y el gato fue mejorando del estado en que lo encontramos, y a los seis meses era un gato sano y con todas las mañas que tienen los felinos.
En esa época mi esposa estaba embarazada y habíamos comprado la cunita para recibir a nuestra hija.
Un día encontramos al gato durmiendo placenteramente en ella y la verdad que como nos dio tanta risa lo dejamos.
Pararon los días y Piuma había tomado la cuna como cama propia.
Nació la nena y naturalmente ocupo la cuna pese a la negativa del gato que cuando la vio intento subir.
Lo hizo en reiteradas ocasiones hasta que una vez intento agredirla lo que le valió que lo llevara al lavadero y pusiese debajo de la canilla, de ahí nunca mas trato de subir a la cuna.
Paso el tiempo y se hicieron muy amigos con la nena y jugaban juntos.
Una vez se me dio por comprar un par de cotorras australianas, compré una jaula y la puse a la altura de un metro del piso para que la nena las viera.
Una mediodía estábamos almorzando y sentimos un revuelo bárbaro en el patio donde estaba la jaula.
Cuando salimos encontramos al gato colgado de jaula y las cotorras picoteándole las manos.
Tome la decisión de poner la jaula mas alto para evitar la tentación del gato.
Pasaron unos días y nuevamente el felino ataco la jaula, esta vez por arriba recibiendo la misma agresión de parte de las cotorras.
El gato no se daba por vencido y yo tampoco en tener las gotorras.
Así fue que decidí hacer un jaulón, con maderas que tenia.
El frente del mismo era de alambre con círculos y los laterales con vidrios que había trabado con unas grampas.
Ahí fue que compre mas y mas cotorras de todos los colores que había hasta sumar una cincuenta.
Una tarde se desato una tormenta de viento y lluvia que rompió unos de los vidrios del jaulón.
El gato andaba por allí refugiándose también de la lluvia, cuando vio eso se puso al lado del jaulón y cuando la gotorras salían asustadas las iba cazando y ejecutando.
Fue un desastre liquido una veinte, hasta que logramos tirar una manta sobre el jaulón para evitar que sigan escapando.
Que podíamos hacer, es imposible ir contra el instinto cazador de un gato.
Pasaron los días y decidí regalar las cotorritas que quedan para evitar otra masacre.
Paso el tiempo y compramos un canario overo y mas tarde uno color gris, enorme que justamente por su color le pusimos nube gris.
Alojados en sus jaulas y dentro de la casa nunca hubo ningún problema con el gato.
Para ese entonces mi hija tenia unos tres años.
Un día vino corriendo a avisarnos que el canario gris no estaba en la jaula, fuimos corriendo pensado que el gato se lo había liquidado, pero no fue así había muerto y caído del palito de la jaula y estaba sobre el piso de esta.
Que injustos fuimos con el pobre gato, pensando en su participación en la muerte del canario.
Decidimos enterrar al pájaro y para ello con envolvimos en una trapo blanco.
Hicimos un pocito en el cantero del pasillo de entrada a la casa y luego de colocarlo en el, lo tapamos con tierra y colocamos una planta.
Toda esta tarea que habrá durado unos veinte minutos, era observada por el gato pero no nos llamo la atención, y dijimos caso cerrado.
A la tardecita la nena vino llorando diciendo que el cuerpo del canario no estaba, salimos corriendo y encontramos la plantita a un costado, el trapito por el otro y el cuerpo de nube gris desaparecido.
Quien pudo haber sido? no hace falta decirlo.
A la nena le dijimos para tapar este acto de barbarie que, el canario se había ido al cielo.
Piuma vivió muchos años con nosotros hasta que se transformo en un gato adulto y un día desapareció.
Lo buscamos por todo el barrio pero con resultados negativos.
Siempre recuerdo las largas siestas que dormíamos juntos en un sillón, un compañero de aquellos a la hora del descanso.
Sus aventuras son un recuerdo permanente para nosotros.