3 de diciembre de 2012

LA FERIA DE MI BARRIO.

Recuerdo siempre la feria de mi barrio en Banfield que durante muchos años se instalaba sobre la calle Chacabuco cuando esta todavía era empedrada.
Mi vieja y mi abuela eran clientas de fierro, con frió o con calor no había sábado que dejaran de ir y yo que era chico eventualmente las acompañaba.
El armado comenzaba alrededor de las cuatro y media de la mañana, con la llegada de los puesteros en sus camiones y camionetas y comenzaban a bajar el fierrerío, las lonas y las maderas que se utilizarían para levantar el puesto.
Una vez concluido el armado, comenzaban a bajar y ordenar la mercadería, para iniciar la actividad mas o menos a las siete de la mañana y finalizar a mas tardar a las dos de la tarde.
Era una feria muy completa donde las verdulerías y los almacenes eran los puestos que más abundaban.
Había además, carnicerías y pescaderías, puestos que comercializaban ropa, zapatos, plantas y flores, entre otros rubros.
Pero con mi abuela había un puesto que siempre visitábamos que era el que vendía pollos, gallinas y patos vivos que muchas veces los sacrificaban en el acto.
La abuela Filomena los traía vivos porque los quería para criar y engrosar la dotación que tenia en el gallinero que alguna vez supero los sesenta plumíferos.
En esos años de la década del sesenta y del setenta, no había congeladoras ni heladeras portátiles, así que todo lo perecedero, se conservaban en hielo.
La clientela que concurría era numerosa y en su inmensa mayoría mujeres, aunque muchas también concurrían acompañadas por hombres, que contribuirían a transportar todo lo comprado.
Los días de lluvia conspiraban en el funcionamiento de la feria y todo se complicaba tanto para los puesteros como para los compradores que transitaban por la misma con sus paraguas.
Cerca de la una de tarde los precios de las mercaderías bajaban sensiblemente y comenzaba el remate de lo que había quedado.
Con puntualidad Inglesa a las dos de tarde empezaba el desarme de los puestos y la carga de todo lo sobrante en los camiones y camionetas y todo finalizaba para los vendedores.
La tarea final estaba a cargo de los barrenderos de la municipalidad que limpiaban las cuatro o cinco cuadras donde se instalaba la feria.
Hoy todavía las vemos funcionar en algunos barrios de la capital y en la pronvincia en muchos municipios, pero con mucho mejor equipamiento que garantizan mejores condiciones de higiene sobre todo para lo que sean productos alimenticios.