Todos
los días voy a almorzar a un Retaurante del microcentro que esta frente a mi
oficina donde la comida es muy buena y la atención también.
El dueño del boliche se llama Manuel
pero la que lleva adelante el restaurante es su hija, una chica de unos treinta años muy simpática pero que habla mil palabras por
minuto.
Es increíble ver una persona que
no esta callada ni un momento, solamente conocí una persona igual.
Se llamaba Olga y era
impresionante lo que hablaba, aunque la mayor parte de sus conversaciones eran
giladas.
Recuerdo siempre que en alguna
reunión, donde todos se sentaban a almorzar o cenar en una larga mesa, ella
siempre se sentaba por el medio, de esa manera podía entablar varias conversaciones e interactuar en más
de una charla con muchas personas.
Muchas veces participaba de una
conversación que se esta desarrollando en el otro extremo de la mesa y podía
mantener varios diálogos de manera simultanea.
La pobre saturaba a todo el
mundo en especial al marido que cuando se cansaba de escucharla a los
gritos le decía: “OLGA POR
FAVOR TE PODES CALLAR UN POCO Y DEJAR DE HABLAR TANTAS BOLUDECES”, pero ella ni pelota le daba y seguía.
Recuerdo que alguien le dijo, “OSVALDO NO LE DIGAS ASI PORQUE SI
ALGUN DIA NO LA TENES LA VAS A EXTRAÑAR”
El miro fijo a la persona y le
dijo: “SI ALGUN DIA NO LA TENGO, LO SOLUCIONO FACIL. COMPRO DOS
RADIOS PORTÁTILES Y SINTONIZO UNA EN RADIO MITRE Y LA OTRA EN RADIO RIVADAVIA Y
ES EXACTAMENTE LO MISMO”