Cuando pasas por La Boca, siempre hay algo que te hace recordar a ese artista espectacular que fue Benito Quinquela Martín.
Como muchos lo llaman "El pintor del puerto", sin duda alguna fue y será el pintor popular más importante de la República Argentina.
Sus pinturas reflejaban la rudeza y el sacrificio cotidiano en el barrio de La Boca.
De muy chico trabajo cargando bolsas de carbón y esta experiencia influenciaron en sus cuadros.
De muy chico trabajo cargando bolsas de carbón y esta experiencia influenciaron en sus cuadros.
Exhibió sus obras en muchísimas
exposiciones realizadas a lo largo de todo el país y en el extranjero, vendiendo
gran cantidad de sus cuadros y otros tantos su generosidad lo llevo a donarlos.
Con el beneficio económico
obtenido por las ventas de estos, realizó varias obras solidarias en su barrio,
entre ellas y la más importante la Escuela-Museo conocida como Escuela Pedro de
Mendoza.
No tuvo una educación en artes
sino que fue autodidacta, razón por la cual muchas veces no fue bien tratado
por la crítica.
Nunca pudo determinarse con
certeza su nacimiento porque fue abandonado el 20 de Marzo de 1890 en la Casa
de los Expósitos, un orfanato acompañado con una nota que decía "Este
niño ha sido bautizado con el nombre de “Benito Juan Martín"
Sus primeros años los vivió en
un asilo de San Isidro entre los delantales grises y hábitos negros de las
Hermanas de Caridad, sin la figura materna ni paterna.
Su infancia fue triste y
solitaria donde prevaleció el encierro, pero su carácter no se vio alterado por
los hechos, siempre fue una persona alegre y agradable.
Con seis años, fue adoptado
por Manuel Chinchella y Justina Molina y él adquirió el apellido de su padre
adoptivo, que luego sería fonetizado
como suena en el italiano, al castellado como Quinquela.
Trabajo desde chico con su
padre y madre en una carbonería, y juntos llevaron adelante este emprendimiento
familiar.
Con el correr de los años Benito
comenzó a participar de la campaña del Dr. Alfredo Palacios, colaborando en el
reparto de volantes y pegando carteles.
Las cosas en el país empeoraban
y su padre pensó que si podía trabajar en política también lo podría hacer en
el puerto.
Allí se empleó y su tarea era
subir barco por barco con bolsas vacías, llenarlas con carbón y llevarlas hasta la parada de los compradores en los
diques de Vuelta de Rocha.
Aunque la paga obtenida era
poca se destacó en esta labor, porque si
bien era un tipo flaco, contaba con mucha fuerza y una firme voluntad de
hierro.
Fue por ese entonces que inspirado en las escenas y colores que observó
en el puerto comenzó a dibujar, utilizando técnicas propias dado que tenía conocimientos
de dibujo.
A los 14 años concurría a una
escuela nocturna de pintura en la Sociedad Unión de La Boca, un centro cultural
vecinal donde se reunían estudiantes y obreros para conversar.
En esa academia
se enseñaba casi de todo, desde música, canto, economía hogareña y otros cursos
prácticos.
Su maestro fue Alfredo
Lazzari, pintor que le dio sus primeros conocimientos técnicos sobre el arte,
realizando excursiones a la Isla Maciel los días Domingos por la tarde para
entrenarse en el dibujo de las escenas naturales.
A los 17 años entró al
Conservatorio Pezzini Stiatessi, donde estudió hasta el año 1920.
Como este ambiente era muy
distinto al que estaba acostumbrado lleno de carbón y alejado de los libros,
intentó incorporar todo el conocimiento de golpe.
Después del horario de trabajo
concurría a alguna biblioteca para intentar cubrir la carencia de educación
formal.
En 1909 se enfermó de
tuberculosis enfermedad que en esos años ocasionaba la muerte.
Sus padres lo mandaron a la
casa de un tío en Villa de Dolores – Córdoba, donde permaneció seis meses que no solo le sirvieron para curarse, sino también para relacionarse con
otro pintor, Walter de Navazio, un exponente de la pintura romántica.
De regreso a su hogar, ya con
la idea firme de continuar con su obra, montó un taller en los altos de la
carbonería.
Vivió durante un tiempo en la Isla Maciel donde se relacionó con
ladrones y malandras, lo cual no le incomodó.
Pintó muchas telas con
imágenes del lugar y aprendió mucho de los punguistas que además del robo
disimulado tenían una serie de códigos
de honor y hermandad que le interesó, y que abrieron su mente e hicieron más
rica su pintura.
Montó sus talleres en
distintos lugares, desde altillos hasta en barcos, tuvo uno en el
"Hércules", un navío anclado en el cementerio de embarcaciones de
Vuelta de Rocha.
En el año 1910, se presentó en
una exposición con todos los alumnos del taller de Lazzari en la Sociedad Ligur
de Socorro Mutuo de La Boca con motivo del veinticinco aniversario de esta entidad.
Era el debut de Quinquela
quien expuso cinco obras, el óleo “Vista de Venecia”, dos dibujos
realizados a pluma y dos paisajes confeccionados con témpera.
El maestro Pompeyo Boggio le
enseñó técnicas de dibujo natural.
Junto a él estudiaron Boggio Adolfo Bellocq, Guillermo Facio
Hébecquer, José Arato y Abraham Vigo, todos ellos se inspiraban en los
problemas sociales del país.
A partir de una idea crearon
el Primer Salón de los Recusados, dedicados a los artistas no admitidos en el
Salón Nacional.
Allí Benito expuso, obteniendo
críticas divididas, positivas del diario
LA NACION Y CRITICA y negativas del diario LA PRENSA.
Pero lo importante para él era
que la prensa, mal o bien se había empezado a fijar en sus trabajos.
A partir de este momento
Benito cambió su forma de trabajar y sus técnicas de pintura, utilizando
solamente la espátula y el pincel lo usó para firmar solamente.
La primera muestra individual
de Quinquela tuvo lugar en la Galería Witcomb ubicada en Florida 364 el 4 de Noviembre
de 1918.
Amigo de Juan de Dios
Filiberto y del mismísimo Presidente Alvear no olvido nunca su humilde origen.
Un triunfador y reconocido en Sudamérica,
Estados Unidos y en países de Europa, como España, Italia, Inglaterra entre
otros.
La Boca en donde Quinquela se
inspiró, era un barrio de depósitos, astilleros, edificaciones portuarias,
casas de madera, chapa y zinc.
Un barrio pobre teñido de
grises y algunos colores que poco se parecía al que Quinquela dejó.
Su mirada podía ver siempre más allá y la dependencia sentimental que lo unía al barrio provocó que muchos lo catalogaran de monotemático.
Su mirada podía ver siempre más allá y la dependencia sentimental que lo unía al barrio provocó que muchos lo catalogaran de monotemático.
La originalidad de la técnica de Quinquela sobresalía sobre el resto de los pintores contemporáneos.
Su pintura era rápida, ágil y con fuerza, a golpe de espátula demoraba poco tiempo en crear un cuadro, aunque pasaba muchas horas en idearlo.
Con carbonilla hacía un bosquejo que después rellenaba con la espátula.
Soltero y sin herederos decidió casarse por primera vez a los 84 años de edad con su secretaria de toda la vida, Alejandrina Marta Cerruti en Marzo de 1974.
Tres años más tarde el 28 de Enero de 1977 La Boca perdía a uno de sus hijos más representativos, dejando un enorme y hermoso legado a su querido barrio.