El tano Capichi era otro de los
personajes favoritos del Tío Guillermo a la hora de contar historias, y en particular había una de ellas que yo
titulaba “EL TANO Y EL TRAVESTI” que era muy cómica.
El tano Capichi al igual que el tío, era también técnico en refrigeración pero hacia solamente heladeras familiares.
Bien tanito, Capichi era gordito y cortito como de un metro sesenta, pelado y con los cachetes colorados, caminaba ligerito y con la perita bien arriba como para parecer más alto.
A principio de los años 80 vivía en Adrogué y su clientela estaba por lo general en esa zona, no recuerdo bien verdaderamente como se llamaba pero todo el mundo le decía Capichi que en Italiano significa “entendiste”
Calculo que esto viene porque cuando hablaba y te contaba algo, cada tanto decía CAPICHI?, preguntando si habías entendido.
Hablaba entremezclado, Castellano e Italiano cerrado, en un dialecto Napolitano que no se entendía ni medio.
En esos años en las cercanías de
puente de Turdera en la Av. Pavón que cruza la estación de trenes, por la noche paraban algunos travestis que
naturalmente ofrecían sexo, y el tano Capichi los veía a diario.
Era una época todavía bastante jorobada para ese trabajo pero los nobles trabajadores se la jugaban, y casi todas las noches estaban en las inmediaciones del puente.
El pobre tano era víctima de todo tipo de cargadas y bromas porque en algunas cosas era medio inocente, salvo a la hora de cobrarte un trabajo porque literalmente te arrancaba la cabeza.
Aunque parezca mentira el que más lo gastaba era el ayudante que tenia que se llamaba Gomita.
El tano, llueve, truene, con cero grado o con cuarenta lo pasaba a buscar todas las mañanas por la casa para luego ir al taller que estaba por la calle Frias en Turdera.
Capichi no tenía otra opción porque si no lo pasaba a buscar, Gomita no concurría a laburar, el tipo era un vagoneta de aquellos.
Gomita era terrible, tenìa una destreza ùnica para hacerlo calentar al tano, y en unos pocos segundos con cualquier pavada lo hacía levantar presión y lo dejaba al borde del ACV.
Capiche llegaba a la casa, le tocaba el timbre y casi a diario se producía el siguiente dialogo:
De adentro se escuchaba, QUIEN ES?
El tano le gritaba, CAPICHI.
Gomita respondia, QUIEN ES?
El tano volvía a gritar, CAPICHI.
Nuevamente se volvía a escuchar, QUIEN ES?
El tano reventaba mal y gritaba como un condenado, MA CAPICHI CARACO.
Gomita se asomaba a la puerta y le decía, HOLA CAPICHI CARACO, YA SALGO.
El tano se quedaba puteando y murmuraba, MA E PROPIAMENTE UNA BESTIA, MANYA PASTO E CAGA BOSTA.
Capichi tenía un fitito nuevito que había comprado para pasear con la tana de la mujer, y en él se trasladaba todos los días al taller de refrigeración.
Ahí lo dejaba y sacaba una camioneta vieja con la que hacia los service y retiraba las heladeras para reparar.
A la noche finalizada la jornada laboral entraba la camioneta, sacaba el fitito, lo dejaba a Gomita en la casa y él marchaba a la suya.
Pasaba naturalmente por la zona de los travestis, pero él estaba convencido que eran mujeres porque así se lo hicieron creer los muchachos del bar donde paraba.
Al tano se la hacía agüita en la boca cuando pensaba en tener una aventurita con esas infernales mujeronas, pero no se animaba a encararlas.
Esto se lo contaba a la muchachada del boliche donde paraba a almorzar todos los días, y estos lo alentaban para que el tano encarara.
Naturalmente el que más le calentaba el balero y lo pinchaba permanentemente para que levantara a alguno era Gomita.
El tano Capichi al igual que el tío, era también técnico en refrigeración pero hacia solamente heladeras familiares.
Bien tanito, Capichi era gordito y cortito como de un metro sesenta, pelado y con los cachetes colorados, caminaba ligerito y con la perita bien arriba como para parecer más alto.
A principio de los años 80 vivía en Adrogué y su clientela estaba por lo general en esa zona, no recuerdo bien verdaderamente como se llamaba pero todo el mundo le decía Capichi que en Italiano significa “entendiste”
Calculo que esto viene porque cuando hablaba y te contaba algo, cada tanto decía CAPICHI?, preguntando si habías entendido.
Hablaba entremezclado, Castellano e Italiano cerrado, en un dialecto Napolitano que no se entendía ni medio.
Era una época todavía bastante jorobada para ese trabajo pero los nobles trabajadores se la jugaban, y casi todas las noches estaban en las inmediaciones del puente.
El pobre tano era víctima de todo tipo de cargadas y bromas porque en algunas cosas era medio inocente, salvo a la hora de cobrarte un trabajo porque literalmente te arrancaba la cabeza.
Aunque parezca mentira el que más lo gastaba era el ayudante que tenia que se llamaba Gomita.
El tano, llueve, truene, con cero grado o con cuarenta lo pasaba a buscar todas las mañanas por la casa para luego ir al taller que estaba por la calle Frias en Turdera.
Capichi no tenía otra opción porque si no lo pasaba a buscar, Gomita no concurría a laburar, el tipo era un vagoneta de aquellos.
Gomita era terrible, tenìa una destreza ùnica para hacerlo calentar al tano, y en unos pocos segundos con cualquier pavada lo hacía levantar presión y lo dejaba al borde del ACV.
Capiche llegaba a la casa, le tocaba el timbre y casi a diario se producía el siguiente dialogo:
De adentro se escuchaba, QUIEN ES?
El tano le gritaba, CAPICHI.
Gomita respondia, QUIEN ES?
El tano volvía a gritar, CAPICHI.
Nuevamente se volvía a escuchar, QUIEN ES?
El tano reventaba mal y gritaba como un condenado, MA CAPICHI CARACO.
Gomita se asomaba a la puerta y le decía, HOLA CAPICHI CARACO, YA SALGO.
El tano se quedaba puteando y murmuraba, MA E PROPIAMENTE UNA BESTIA, MANYA PASTO E CAGA BOSTA.
Capichi tenía un fitito nuevito que había comprado para pasear con la tana de la mujer, y en él se trasladaba todos los días al taller de refrigeración.
Ahí lo dejaba y sacaba una camioneta vieja con la que hacia los service y retiraba las heladeras para reparar.
A la noche finalizada la jornada laboral entraba la camioneta, sacaba el fitito, lo dejaba a Gomita en la casa y él marchaba a la suya.
Pasaba naturalmente por la zona de los travestis, pero él estaba convencido que eran mujeres porque así se lo hicieron creer los muchachos del bar donde paraba.
Al tano se la hacía agüita en la boca cuando pensaba en tener una aventurita con esas infernales mujeronas, pero no se animaba a encararlas.
Esto se lo contaba a la muchachada del boliche donde paraba a almorzar todos los días, y estos lo alentaban para que el tano encarara.
Naturalmente el que más le calentaba el balero y lo pinchaba permanentemente para que levantara a alguno era Gomita.
Una noche de invierno, como tantos otros
días ya de vuelta del taller, el tano cruza el puente, y allí estaban los travestis, toma coraje y para casi desesperadamente.
Rápidamente se le acerca una de la
supuestas trabajadoras sexuales, se le apoya en la puerta que tenía la
ventanilla abierta y arreglan el precio en segundos.
El tano más que apurado le abre la
puerta del Fiat 600 y la supuesta mujer sube al auto dispuesta a brindarle sus servicios al noble Italiano.
Contaba el tano que la notaba un poco
grandota y con voz media gruesa, pero su instinto depredador no tenía freno y le
dio para adelante.
Acordaron en ir a un telo de los que
abundaban por Pasco al fondo a la altura de Solano, y hacia ahí marcharon el tano y su ocasional, entre comillas compañera.
En el viaje Capichi llevantaba lentamente temperatura y comenzó a acariciarle la pierna a su acompañante, y lentamente llego hasta la zona buscada pero que terminaría siendo causante de un profundo conflicto.
Producido este hecho, inmediatamente
noto que algo raro pasaba, había algo que no debía estar allí, cambio de color
abruptamente, pasando del colorado que lucía siempre en los cachetes al blanco
como las heladeras que arreglaba.
Saco su mano rápidamente y la miro
fijo a los ojos a la supuesta mujer y con voz firme le dijo, MA VOS NO SO NENNA,
SOS NENNE, DESGRACIATO, DEGENERATO, y no sé cuántas cosas más le despacho el
tano montado en cólera.
Velozmente en el primer
semáforo, paro el fitito a un metro del cordón
de la vereda, abrió la puerta y comenzó
empujarlo al travesti para que bajara mientras este también le disparaba
una catarata de insultos.
Finalmente de tantos empujones el
travesti bajo del autito, y entonces se le paro frente al coche y se lo empezó
a patear por todos lados.
Primero el frente, luego por los costados,
los enormes zapatos con taco impactaban sobre el fitito por todos lados, el
tano gritaba pero no arrancaba porque el semáforo estaba rojo.
Finalmente cambio a verde y pudo
salir mientras le gitaba, MALEDITO, MALEDITO, MA NO TENE VERCUENZA.
El tano estaba desesperado porque se
imaginaba como le había quedado el auto, en la cuadra siguiente había una
estación de servicio, ahí paró, se bajó y casi le da un infarto.
El pobre autito había quedado como si
lo habrían agarrado a martillazos, no había un lugar que se hubiese salvado.
Totalmente destruido el tano pego la vuelta
para dirigirse a su casa, vuelve a pasar por la zona de los travestis, saca la
cabeza por la ventanilla, para el auto y
le dice a uno de ellos que lo miraba y no entendía nada, DECILE A TU AMICA QUE ES UNA
ESTAFATORA, PORCA MISERIA, y no sé cuántas cosas más.
El travesti respetuosamente lo miraba y pensaría que el pobre tipo se había vuelto loco.
Se podrán imaginar cuando al día
siguiente contó lo sucedido a los muchachos del boliche cuando fue a almorzar, creo que todavía se están matando de
risa con la aventura del tano y el travesti.
Naturalmente quien era el que mas se reía y festejaba la desventura del pobre tano, GOMITA.