En la década del 60 y 70 cuando
era pibe, el heladero que pasaba por el barrio en los días de agobiante calor,
era el vendedor ambulante más esperado.
Por lo general vestían con ropa
blanca con los clásicos gorritos, y caminaban cuadras y cuadras ofreciendo los clásicos
productos de la marca que vendían.
Los chicos y también los grandes,
estábamos atentos de su aparición en las calles para salir corriendo a
comprar algunos de sus helados.
En las plazas del barrio ocupaban siempre el mismo lugar, los pibes cuando nos alcanzaba la plata, comprábamos la tacita o el vasito de papel encerado.
En las plazas del barrio ocupaban siempre el mismo lugar, los pibes cuando nos alcanzaba la plata, comprábamos la tacita o el vasito de papel encerado.
Los heladeros no disponían de
gran variedad de gustos, solamente tenían, crema, frutilla y chocolate, y hasta
ahí llegaba, pero lo importante era disfrutar el gusto de un helado.
Estos se encontraban dentro
del carrito, los cuales se mantenían en buenas condiciones, mezclados con trozos de
hielo seco.
Para no perder el frió, el heladero buscaba rápidamente lo solicitado, sacando de alguno de los bolsillos de saco, la típica cucharita plana de madera envuelta en papel que te entregaba con una servilleta.
Libro de visitas.
Para no perder el frió, el heladero buscaba rápidamente lo solicitado, sacando de alguno de los bolsillos de saco, la típica cucharita plana de madera envuelta en papel que te entregaba con una servilleta.
Libro de visitas.