17 de febrero de 2015

UNA BROMA DE LAS DE ANTES.

Recuerdo siempre allá por los años 70 cuando con mis amigos íbamos a algún bar, de los que abundaban en Banfield a tomar algún café, y de paso y cañazo nos fumábamos algunos cigarrillos y charlándo hasta el cansancio.
Podía extenderse nuestra visita al lugar, si había algún pool lo que motivaba para que nos quedáramos varias horas, hasta que alguna otra obligación nos indicaba, que debíamos pagar e irnos.
En estos boliches estaba todo bien en la medida que, nos comportáramos de buena forma, divirtiéndote pero sin jorobar a nadie, “bueno, a casi nadie”
Eran otros tiempos y si en un bar hacías lió o te pasabas de rosca te agarraban  a patadas en el trasero, y hasta siempre, porque no entrabas nunca más.
Y bueno, como siempre ocurre llega la hora de pagar, cada uno lo hacía con lo que había consumido, y ahí encarábamos una broma que le hacíamos a los mozos que atendían.
En esos años la gran mayoría que fumaba usaba fósforos, la carterita, la fragata que eran fósforos de madera y los de cera.
Estos últimos los encendíamos y derretíamos la cera en la mesa sobre la cual posábamos las monedas que dejábamos de propina, las cuales quedaban  adheridas firmemente sobre ellas.
Cuando nos  íbamos y el mozo retiraba lo que había quedado sobre la mesa, quería levantar las monedas que dejábamos,  y no podía.
Bueno, este improvisado pegamento no era la gotita de hoy, con un poco de esfuerzo las terminaban despegando.
Naturalmente esta situación motivaba la risa de todos y naturalmente la nuestra también, que mirábamos desde afuera.