14 de junio de 2018

LAS FONDAS y LOS BODEGONES, DOS SITIOS CON DESTINOS DIFERENTES.


El paso del tiempo, implacable y poco agradecido, de a poco hizo desaparecer las típicas fondas de los barrios.
En Capital Federal, como también en la Provincia de Buenos Aires, eran lugares muy sencillos donde concurrían a almorzar los trabajadores de las fábricas y talleres de la zona.
Por las noches si alguien del barrio quería comer algo, los dueños de estos sitios les daban el gusto y los atendían.
Muchas de ellas pintorescas, no tenían gran variedad de comidas, generalmente alguna comida a la cacerola, las pastas, el bife de costilla, las milanesas y ahí pará de contar.

Contrariamente a la suerte que corrieron las fondas, los bodegones son una propuesta gastronómica que tiene un público en ascenso. 
Que lindo era comer en los bodegones, esos viejos reductos que elegían nuestros padres y abuelos a la hora de almorzar o cenar bien.
Desde aquel entonces los años fueron pasando, pero los bodegones siguen diciendo presente en distintos barrios porteños. 
El éxito de estos lugares siempre estuvo basado en las porciones abundantes, los precios accesibles y la excelente atención de esos mozos súper profesionales que acumulaban en sus cabezas decenas de pedidos.
Su público era y por suerte sigue siendo la  familia, que es la que por sobre todas las cosas quiere comer bien.
A la hora de elegir comer unas buenas rabas, papas fritas abundantes, una milanesa gigantesca, un buen bife de chorizo, el clásico revuelto gramajo o simplemente pastas caseras siempre hay alguien que elige un bodegón.