La agitada noche del sábado se fue convirtiendo de a poco en la madrugada del domingo.
El taxista sabe que ya cerca de las cuatro, si bien
aparecen viajes, el riesgo de estar en la calle por un montón de circunstancias
es alto.
Automovilistas alcoholizados que emprenden alocadas
carreras por las calles, pasajeros que suben a tu auto en mal estado y tantas
otras hierbas, marcan mi límite.
Trabaje bastante bien si uno tiene en cuenta que es
fin de mes, aunque en los últimos años todos los días parecen iguales.
Fue un mes duro para mí, el auto viene de problema
en problema.
Primero fue el electro-ventilador que se quemó y
hace unos días el aire acondicionado dijo basta y dejo de funcionar.
A esto también le sumo dos cubiertas nuevas que si
o si le tuve que poner al auto.
El Fiat Siena 2011 hace un par de años que se
tendría que haber jubilado, pero una
serie de problemas personales me impidió renovarlo.
Hoy para hacerlo, debería tener unos $350.000 en la
mano o financiar parte de ese importe para acceder a un buen vehículo OKm.
Pero las cosas son como son y para mi es imposible
pensar hoy en cambiar el auto.
Tratando de ir acercándome a mi casa y de esa forma
cerrar mi jornada de trabajo, decidí tomar la Av. Independencia hacia Av. La
Plata, estaba a unas seis cuadras.
A poco de hacerlo, un hombre alto, ligeramente encorvado
y muy bien trajeado, me hace seña, naturalmente le paré.
Me llamo la atención que delante mío circulaban dos
taxis también vacíos, pero el espigado pasajero que portaba un pequeño maletín no
paró a ninguno de ellos.
Luego de saludarlo, le pregunte hacia donde
viajaba, me dijo si podía llevarlo hasta la estación de trenes de Adrogue,
obviamente mi respuesta fue sí.
Me preguntó cuándo saldría el viaje, le contesté rápidamente
que más o menos entre $600 y $650.
Para mí era un viaje bárbaro, el último de una larga
noche de trabajo.
Casi de inmediato ni bien puse primera para salir,
comenzamos a conversar, me pidió que lo llevara despacio porque estaba recién
operado.
Me dijo que viajaba seguido al lugar de destino,
que lo hacía siempre por la misma empresa de radiotaxis, pero esta noche no lo
hizo porque había extraviado la tarjeta que le dieron.
Le ofrecí una de la radio que tiene mi auto, le dije que tenía los teléfonos y también el
número de mi celular.
Al hombre le pareció bien y me dijo que seguramente
cuando tuviese algún viaje especial, me llamaría directamente a mí.
Mi interlocutor tenía una forma de expresarse
patrimonio de un hombre culto, su charla era pausada y con palabras que
expresaban sabiduría y a la vez tranquilidad.
Su cara era alargada, peinado hacia atrás, sus
enormes ojos oscuros parecían querer atravesar sus pequeños anteojos redondos
con marco metálico.
Hablamos de futbol y del país entre otras cosas.
Le conté sobre mi trabajo y mis desventuras con el
auto.
Sobre esto último, no recuerdo bien sus palabras, pero como que me dio a entender
que seguramente lo resolvería a la brevedad.
Estábamos a escasas diez cuadras de nuestro
destino,
cuando el dialogo que mantenía con el pasajero se cortó
abruptamente.
Al mirar por el espejo retrovisor cono lo hice decenas
de veces en el viaje, veo que la imagen de ese hombre se desvanecía lentamente hasta
que deje de verla porque desapareció.
En ese instante mi cuerpo se paralizo, por momentos
tuve la sensación que no coordinaba, decidí rápidamente estacionar para
tranquilizarme.
Mire hacia atrás como buscando una explicación
sobre lo que había pasado, explicación que no encontré.
Fume un par de cigarrillos mientras seguía
estacionado en el lugar que frene, a unas cuadras de la estación.
Trate de recordar cada instante del viaje y cada
palabra de aquel extraño pasajero, no halle nada que me llamara la atención.
Ya había amanecido completamente cuando decidí ir a
mi casa a dormir.
Todo el camino de regreso miraba atrás como
esperando no sé qué cosa, tal vez que mi pasajero apareciera de la nada, pero sabía
que eso no pasaría.
Av. San Juan y Curapaligue, era mi destino, mi casa
estaba a treinta metros de donde estacione el taxi.
Abrí la guantera para sacar, mis documentos y los del vehículo.
Al hacerlo en ella encontré un sobre de papel
madera cerrado pero con aparentemente papeles adentro.
No recordaba haberlo puesto en ese lugar y mucho
menos, si en algún momento lleve a alguien adelante que pudiese haber guardado
el sobre allí.
La guantera la abro varias veces en el día, si el
sobre estaba allí, me tendría que haber llamado la atención antes.
Con cuidado lo abro y para mi sorpresa, en su
interior había dinero, siete fajos, todos con billetes de $500.
No lo podía creer, de donde había salido tanta
cantidad de plata.
Cerré el sobre, tome los documentos, baje del auto,
active la alarma y en segundos estaba en mi departamento donde vivo solo.
Abrí la heladera, me serví un vaso de gaseosa,
encendí un cigarrillo, estaba totalmente
excitado y completamente traspirado.
Conté detenidamente cada uno de los siete fajos de
dinero, la suma total que había en el sobre era $350.000.
Estaba confundido y me acosté a dormir, pero cuando
me desperté, todo el resto del día pensé y pensé sobre lo ocurrido.
Pasaron los días y algunas semanas y todo me
llevaba a aquella madrugada donde en Av. Independencia, tomo mi taxi aquel
hombre mayor, ligeramente encorvado y bien trajeado.
No tengo ninguna duda que él, algo tuvo que ver con
el sobre y el dinero que contenía.
Cambie el Fiat Siena por un Renault Fluence, que me retorno las
ganas de trabajar a full todos días.
Pienso que aquel hombre que subió a mi auto, fue el
medio para que tuviese otra oportunidad.
Muchas veces la suerte no me acompaño, pero tengo
que reconocer que soy un especialista en hacer las cosas mal.
Pasaron los años y seguí buscando una explicaron.
Cada vez que paso por
el lugar, miro a ver si esta ese Sr. mayor esperdo un taxi que lo lleve a
algún lugar.