Imposible creerte si me
decís que en tu época de estudiante nunca te hiciste la rata.
Cuantas veces encaraste
desde tu casa al colegio y a mitad de camino te desviaste y no concurriste a
clases.
Mil excusas aparecían para
hacerlo, no estudiaste y había un examen, había dos horas de historia y el
profesor era un plomo, o simplemente amaneció un día espectacular que te
invitaba a estar en cualquier lugar menos en el colegio.
Muchas veces la rateada
se armaba el día anterior en la escuela y otras tantas veces surgía de manera
espontánea cuando caminábamos para ir a clases.
Pero la cosa es que, un
día salíamos de nuestra casa pero no llegábamos al colegio
y naturalmente nuestros viejos no sabían absolutamente nada.
Recuerdo siempre que teníamos varios destinos para pasar el día, los lagos de Palermo, el Parque Lezama o directamente encarar hacia el centro, la calle Florida y Lavalle tenían un atractivo especial.
Recuerdo siempre que teníamos varios destinos para pasar el día, los lagos de Palermo, el Parque Lezama o directamente encarar hacia el centro, la calle Florida y Lavalle tenían un atractivo especial.
Si bien había
alternativas varias, teníamos un lugar preferido y este era PARQUE
LEZAMA.
Muy temprano tomábamos
el tren en la estación de Lomas y bajábamos en Plaza Constitución.
Si había plata sacábamos
boleto y esto evitaba esquivar al guarda del tren y los que estaban en los
controles de la estación Constitución.
Para
esto último, salíamos por el último andén que daba sobre la calle Hornos donde
había un par de puertas que no tenían control.
Una vez afuera, íbamos
caminando por la calle Brasil y rápidamente llegábamos a destino.
Recuerdo siempre que nos
dirigíamos a la esquina de Defensa y Caseros donde todavía esta una bicicletita
que en aquel tiempo, mediados de los setenta, entre otras cosas alquilaba bicicletas.
Luego de dar algunas
vueltas, descansábamos un rato, fumábamos algún pucho y buscábamos algún lugar
donde tomar y comer algo rápido.
La música siempre nos
acompañaba, era algo infaltable, la pequeña radio a pilas era una fiel
compañera que se sumaba al grupo.
Cerca del mediodía
pegábamos la vuelta y rumbeábamos nuevamente para Plaza Constitución a tomar el
tren que nos llevaría a Lomas de Zamora.
El hacerse la rata
naturalmente no es un invento Argentino, ocurre en otras partes del mundo, pero
en nuestro país dicen que tiene su origen cuando a comienzos del Siglo XX,
los alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires que eran pupilos y sometidos a
una estricta disciplina, se escapaban a la calle por algunos túneles bajo
tierra, mezclándose con las ratas que infestaban esos oscuros
pasadizos.
Y de ahí parecería que
nació el término “RATEARSE ” o “HACERSE LA RATA”, refiriéndose a esos días en
que no tenéis ninguna gana de ir al colegio.
Puede que así sea o no,
pero la única realidad es que donde hay una escuela, siempre habrá alguien
que quiera ratearse.