6 de diciembre de 2018

LOS COLECTIVOS Y LOS BOLETOS CAPICUA.

Como fueron cambiando los  colectivos en los últimos 40 años.
En la década del 60 los vehículos eran mucho más chicos y tenían una sola puerta sobre el  lado derecho para subir y bajar del mismo.
Luego vinieron los ómnibus más grandes y con una puerta más sobre el lado derecho y en la parte de atrás.
Los años corrían y los Mercedes Benz 911, los Chevrolet y los  Ford fueron de a poco reemplazados por los Mercedes 1112 y 1114.
En esos tiempos el Chofer del colectivo, manejaba, te asesoraba donde por ejemplo tenías que bajarte pára ir a un determinado lugar, te daba el boleto, te cobraba, hasta tenía tiempo para fumar y pelearse  con los automovilistas y tantos otros conductores de  vehículos, que formaban parte del tránsito.
En esa época el viaje en colectivo   comenzaba con un intercambio imprescindible con el chofer, donde te daba el  boleto y te cobraba.
A la hora de darte el vuelto,  cada uno de estos conductores, tenía su propio monedero, un atractivo artefacto que consistía en cilindros contenedores y un sistema expendedor, que les daba de a una moneda por vez.
Pero todo esto me lleva a  referirme a lo importante que fueron los boletos que te entregaba el conductor,  pequeños comprobantes del viaje.
Estos tenían diferentes colores y notorios números de cinco cifras, además de otros detalles, como el nombre de la empresa de transporte.
Cabuleros, supersticiosos y timberos, convertían los números de esos boletos en  señales del destino a la hora de jugar a la quiniela o comprar un billete de lotería por ejemplo.
Muchos creían en la suerte de los boletos capicúa, los cuales no era tan difícil que te tocara alguno, por lo general salía uno cada ciento uno.
Los coleccionistas decían que valían más los de segunda sección, que por lo general venían rayados y en colores muy diversos.
Aunque te parezca mentira, muchos colectiveros, se sacaban los boletos capicúa para ellos.
Éstaban atentos y cuando llegaba el número, los cortaban  y se lo guardaban, no sin antes poner el importe del mismo en la recaudación.
Los boletos en rollos alojados en las maquinas expendedoras de estos comprobantes del viaje, desaparecieron cuando se incorporaron en los colectivos las máquinas para cobrar el pasaje porque los choferes dejaron de hacerlo en los años 90.
Entonces ponías en la maquina el importe del viaje en monedas  y esta te entregaba un comprobante, que no se parecía en nada a los tradicionales boletos de colores.
Estas máquinas  se reemplazaron por las actuales  para utilizar la SUBE y con esta tarjeta abonar el viaje.
Los colectivos siguieron evolucionando, ahora son enormes, con alta tecnología y con tres puertas en el lado derecho, preparados también para que sean utilizados por personas discapacitadas en sillas de ruedas.
Todo fue cambiando, pero algún viejo boleto capicúa, siempre se encuentra guardado en mi billetera para darme suerte.
Y continuando con el tema, recordé una historia que contaba mi tía Lita sobre el tano Oscar y su trabajo como colectivero cuando vino de Italia.
El tano había venido a nuestro país como tantos inmigrantes en los años cuarenta, espantado por la segunda guerra mundial.
Oscar contaba a todo el mundo que tenía experiencia en el manejo de vehículos grandes porque en su país había manejado camiones.
Se presentó en la administración de la línea de colectivos del barrio, para hacer una prueba y aunque parezca mentira, Oscar milagrosamente quedo seleccionado para manejar un colectivo.
En su primer día de trabajo contaba la tía Lita que el tano le pego una raspadita al guardabarro delantero del impecable colectivo.
Era patético a la hora de relacionarse con los pasajeros porque tenía memos modales que una paloma.
Sus propios vecinos cuando venía el colectivo y divisaban al al volante al tano Oscar, disimuladamente  se hacían a un costado en la parada y esperaban el bondi que venía atrás.
Al mes de estar trabajado,  el pobre colectivo que manejaba a diario, tenía rasponsitos por todos lados, razón por la cual la empresa, decidió pegarle una patada en el traste, que fue a parar a la casa sin escalas.
Todo el barrio respiro y el ´pobre tano desocupado, puso como tantos tanos y gallegos un almacén en su casa.