8 de mayo de 2019

LA COSTANERA SUR.

Desde su inauguración en el año 1918, el Balneario Municipal de la Costanera Sur fue un testigo privilegiado del esplendor y también de la decadencia de este paseo.
En esos años, caminando, en auto o en el tranvía, miles de porteños se acercaban a este lugar en busca de aire fresco en las tardes de verano, o simplemente para bañarse en el río, vestidos con mallas enterizas y provistos de toallas, hombres y mujeres compartían el ligar.
Durante las décadas del 20 y el 30, el lugar fue enriqueciéndose con la instalación de bares y confiterías que sumaban su belleza por ejemplo a la Fuente de la Nereidas, siendo un lugar prolijamente alumbrado  por las hermosas farolas de bronce.
El balneario se convirtió rápidamente en uno de los paseos preferidos de los porteños, no sólo durante el día, sino también por la noche, gracias a los espectáculos de música y variedades ofrecidos en las confiterías.
Hacia fines de los años 50 comenzó la decadencia del Balneario, las instalaciones se fueron deteriorando, muchas confiterías fueron demolidas y poco a poco comenzaron a aparecer carteles que prohibían el baño debido a la contaminación del río.
A comienzos de la década del 70 un nuevo proyecto se sumó a los ya existentes en la zona norte para ganar tierras al río frente al antiguo Balneario Costanera Sur.
El relleno comenzó en 1978, empleando un sistema similar al de los polders holandeses,   construyéndose terraplenes perimetrales con escombros de las demoliciones realizadas para abrir el trazado de las autopistas urbanas.
El Proyecto inicial, que incluía la creación de áreas verdes y la construcción de un Centro Administrativo de la Ciudad fue finalmente desestimado, aunque los trabajos de relleno y descarga de escombros continuaron en forma discontinua hasta 1984.
A partir de entonces y en forma espontánea, comenzaron a desarrollarse diferentes comunidades vegetales a partir de semillas presentes en el sedimento, transportadas por el viento o dispersadas por los animales.

Al proporcionar refugio y alimento, las plantas favorecieron el establecimiento de poblaciones animales.
Desde el primer momento, las lagunas y pastizales fueron surgiendo, llamaron la atención de los amantes de la naturaleza, que comenzaron a visitarlas regularmente.
A medida que crecía la diversidad biológica, aparecían los bosques y aumentaba la variedad de especies animales.
El lugar fue convocando a más gente, aerobistas, ciclistas, estudiantes naturalistas y observadores de aves extranjeros de paso por Buenos Aires.
Sobre el final de los años 60 tuve la suerte de conocer este lugar tan pintoresco de la ciudad de Buenos Aires.
Una imagen desconocida para la gente joven de esta época, pero un recuerdo para todos aquellos  adolescentes que  concurrían en verano a pasar las tardes.