9 de noviembre de 2018

YO SIEMPRE LOS RECUERDO COMO PERSONAS Y PERSONAJES, TAN LEJANOS Y CERCANOS A LA VEZ.

EL VERDULERO DEL TANQUE.
Hay una esquina en mi barrio que sirve de referencia cuando uno quiere ubicarse en la zona y es la de Alberti y Matheu.
La esquina donde esta el viejo tanque de agua que pertenecía a OSN, donde la magnitud del mismo hace que por si solo sirva de referencia.
Recuerdo que justamente en esa esquina cuando era chico, paraba un vendedor ambulante de frutas y verduras, al cual le compraba la abuela Filomena.
Lo encontrabas allí con sus dos enormes canastos que transportaba con una bara sobre su espalda y otro canasto mas chico.
En aquel entonces era un muchacho de unos 30 años de mediana estatura, el cual tenía un defecto en uno de sus brazos y por eso le decían el manquito. 
Traía una fruta y verdura de primera decía la abuela y seguramente por ello, le compraba gran parte del barrio.
Recuerdo que la mercadería la pesaba en una balanza tipo Romana de un solo brazo.
En unas pocas horas desde que llegaba, vendía todo lo que traía, regresando al día siguiente.
Pasaron muchísimos años, donde verano e invierno siempre el verdulero del tanque, estaba firme en esa esquina ofreciendo su mercadería
 
EL SERVIDOR PUBLICO.
ANTEOJITO como le decíamos, era un pibe de barrio como tantos chicos que vivían en la Provincia de Buenos Aires en los años 70, al cual conocí desde muy chico.
Era pibe bueno, estudioso y casero, de no meterse en problemas y siempre dispuesto a ayudar a alguien. 
Ya de grande y cuando había terminado la escuela secundaria oyendo el llamado de su vocación de servicio, decidió ingresar a la Policía Federal, pero no fue admitido por su problema en la vista, el pobre era bastante miope y un poco bizco.
Decidió hacer un nuevo intento esta vez en la Policía de la Provincia de Buenos Aires, pero por la misma causa fue rechazado.
Abatido por no poder seguir su vocación, veía a través de sus gruesos anteojos como sus sueños se desvanecían, entonces tomó la decisión de ingresar como Bombero Voluntario en un cuartel de Monte Grande.
Realizó con mucha responsabilidad los cursos obligatorios, hasta que un día le dieron el uniforme estando listo para servir a la comunidad.
Y fue así que el primer caso que le toco intervenir, fue en una accidente ferroviario donde un pobre tipo fue arrollado por el tren.
Anteojito con otros integrantes del cuartel, concurrieron al lugar del hecho en lo que fue su debut y despedida, porque sus compañeros tuvieron que juntar al pobre tipo que el tren había hecho pelota y asistir al descompuesto Anteojito.
Y así de esta manera el noble servidor público terminó su corta carrera de bombero, no siendo acompañado para nada por su estomago en las tareas que debía desempeñar.
Lo intentó y aunque parezca poco no lo es.
Lamentablemente uno no siempre puede seguir su vocación.

MI AMIGO MARCELO.
Fue allá por 1975 cuando con un grupo de amigos decidimos ir a aprender Taekwon-do, aunque nuestra intención era practicar  Karate pero no había en la zona donde aprender esa disciplina.
La idea de tomar esas clases era como defensa personal, siempre consideré que en todas las artes marciales bien enseñadas, los maestros nunca le van a inculcar a los alumnos la agresión hacia nadie.
Y esa era la idea para mi, pero mi amigo Marcelo tenía otra y el quería siempre probar lo que en cada clase aprendía.
Fui unos cuantos meses y debido a la falta de tiempo abandone.
Marcelo que tenía menos actividades que yo continuó por espacio si no mal recuerdo de un par de años, pero al cabo de unos cuantos meses se creía un Bruce Lee, intentando probar lo aprendido peleando en serio.
Fue así cuando un sábado por la noche luego de comer unas pizzas en las Tres Carabelas y haciendo tiempo para ir a bailar, caminábamos por la calle Laprida y Marcelo se encontró con quien sería su adversario.
Así como lo hacíamos nosotros, otro grupo de pibes caminaba en la misma dirección y al pasarnos por al lado uno de ellos lo roza con el brazo al gordo que  salto de inmediato.
Marcelo le profirió mil insultos y lo desafió a pelear y ambos inmediatamente se prepararon para el combate.
Previamente Marcelo se sacó la camisa y dejando ver su grueso físico, armó una guardia impecable tirando el primer golpe el cual fue al aire, recibiendo del otro lado un puñetazo impresionante entre la nariz y la boca que le rompió el nazo y le aflojo un par de dientes.
Enfurecido tiro otro golpe el cual paso cerca de su contrincante pero recibiendo otro trompazo que lo dejo fuera de servicio tambaleando y ahí nos metimos a separar.
Cuando lo logramos no sabíamos que hacer porque no podíamos contener la risa por lo ocurrido, pero lo asistimos como pudimos y lo llevamos a la casa porque su aspecto no era el mas apropiado para ir a bailar.
En fin, el pobre gordo aprendió la lección y creo que a partir de ese día entendió que lo mejor era no pelear. 
EL PELUQUERO DE MI BARRIO.
Recuerdo la peluquería a la que concurría cuando era chico en mi barrio, que estaba en la calle Arenales a una cuadra del Club Lomas.
El peluquero, hincha fanático de Racing era un tipo genial, que le decían Toto, el cual por la mañana trabajaba en lo que era Telefónica en los años 60 y 70 y por la tarde después de las 15.00 hs. atendía la peluquería que estaba en la casa.
Era una vieja edificación tipo chorizo con un patio y galería grande, donde los pibes jugábamos mientras esperábamos que nos tocara el turno para cortarnos el pelo.
Toto como dije era un tipo bárbaro y trataba a todos los pibes con mucho cariño y por lo general le cortaba el pelo a todos los hombres en una familia, en mi caso a mi abuelo, a mi viejo y a mí.
Recuerdo siempre que estaba lleno de revistas el gráfico que seguramente compraba para ver si por obra y gracia del Espíritu Santo Racing salía campeón.
Me acuerdo una tarde que estaba lleno de chicos, entre los cuales estaba yo y llegó Cacho el Turco que era el garrafero del barrio.
La peluquería estaba llena de gente, chicos y grandes esperan su turno con mucha paciencia, pese al calor que hacía.
En un tiro el Turco que conversaba con Toto, le dijo:
¿TE ACORDAS DE AQUEL PIBE QUE SIN QUERER LE CORTASTE LA OREJA CON LA NAVAJA, LA HABÍAS GUARDADO EN UN FRASCO CON ALCOHOL?
Silencio estampa, en pocos segundos no quedó un solo chico en la peluquería y Cacho fue ganando tiempo y avanzando en la cola.
LOS VIEJOS MOZOS GALLEGOS DE LOS BOLICHES.
Días pasados estaba hablando con un amigo y decíamos la falta de profesionalismo que tienen hoy día los mozos, que atienden en muchos bares. Cuantas veces nos sentamos a tomar algo en algún lugar y desde que los hacemos hasta que viene el mozo, pasan 15 minutos, o cuantas veces pedís una cosa y te traen otra, o cuantas veces por ejemplo le pedís algo que faltó y tenes que reclamar varias veces para que lo traigan.
Recuerdo que hace años, en cualquier boliche la atención estaba a cargo de gente que sabia y conocía del ramo.
En muchos lugares que concurrías y que eras habitué, el mozo ni bien entrabas y te sentabas, ya sabia lo que tenía que traerte para beber.
Ni hablar en los viejos boliches, donde los mozos gallegos que tomaban el pedido en una mesa donde había siete u ocho personas, cuando traían lo solicitado estaba todo ok. y no faltaba absolutamente nada.
os gallegos no anotaban nada y traían el pedido de una y siempre estaban atentos a que de alguna mesa alguien necesitara algo. 


FERNANDO.
Desde chico Banfield, el equipo de mi barrio me contó como un hincha que seguía todas sus campañas, de local y la gran mayoría de los partidos de visitante, siempre estaba en la tribuna.
Recuerdo que luego de un unos años con malos resultados, fue en 1972 donde el club no pudo evitar la pérdida de la categoría, pero tardó solamente un año en volver a primera, porque en 1973 conducido por la dupla técnica integrada por López y Cavallero, EL TALADRO vuelve a la categoría más importante del Fútbol Argentino.
Por ese entonces el equipo que contaba entre sus jugadores a Ricardo La Volpe, Silvio Sotelo, Eduardo Pipastrelli y Juan Alberto Taverna se consagró campeón de "Primera B" (Segunda División) en 1973.
Pero el tema no es contar la campaña del Taladro, si no recordar a alguien con unos cuantos años más que yo al cual consideraba un amigo.
Fernando Porco se llamaba y era un Italiano que allá por los 70 tenía unos 40 Años, el cual según contaba había estado trabajando durante muchos años en Venezuela de Barman en distintos hoteles de categoría.
Era un tipo refinado que le gustaba la buena pilcha y vivir bien, se había casado de grande con una chica también Italiana que se llama Antonieta, unos 15 años menor que él.
Vivían en la otra cuadra de mi casa, Arenales entre Alberti y Pintos donde tenían un autoservicio muy moderno para esos años.
El negocio era muy bonito y tanto el cómo la señora era gente muy cordial, lo cual contribuía a que la clientela concurriera gustosamente a comprar.
En la parte de Fiambrería trabaja Antonieta y un muchacho que no recuerdo el nombre, que era cartero y vivía en unos departamentos al lado del supermercado.
Fernando siempre de corbata y en la caja, era un especialista en relaciones públicas, en poco tiempo desde que abrió le sacó más de la mitad de los clientes, que tenía un almacén histórico del barrio que era el de Susy.
Mis amigos y yo que eramos adolescentes, al poco tiempo lo adoptamos como amigo y comenzó a ir a la cancha con nosotros, transformándose en poco tiempo en fanático del Taladro.
Él era localista, no concurría a los partidos de visitante como nosotros, pero en Peña y Arenales siempre estaba presente.
El Domingo que jugaba Banfield se empilchaba de primera, no parecía que el tipo iba a la cancha, con camisa blanca, corbata verde y saco sport, era su indumentaria para vivir la fiesta del fútbol.

Íbamos todos la tribuna con la hinchada y gritaba como un loco, recuerdo que fumaba Viceroy que en aquel entonces era un cigarrillo importado que no sé de dónde sacaba.
Pelaba el paquete y convidaba a todos los que tenia cerca aunque se quedara sin un solo pucho, era supergeneroso en todos sus actos.
Un Domingo como tantos, no recuerdo bien con quien había jugado Banfield, vinimos de la cancha y ni bien llego a su casa se descompuso y falleció, dijeron los médicos que tuvo un infarto fulminante.
Realmente no lo podíamos creer, pero fue así que perdimos un amigo de primera y un hincha fanático del Taladro.


CANUTO.
Canuto como todos lo conocían, era un langa de aquellos que vivía en Banfield.
Como tal, cero laburo, vivía los 365 días del año de la pensión y jubilación de la madre, más alguna changuita que hacia cada tanto.
El tipo en realidad, no tenía mucha pinta, pero si buena labia  y eso lo favorecía a la hora de ganar mujeres con quien salir.
Diez años mayor que yo, lo conocía de la pileta que en los setenta estaba en la sede de Banfield, además de cruzarlo en Mi Club.
Un Sábado como tantos, fue a bailar justamente a esa discoteca, donde conoció a Isabel.
Ella era una gordita muy linda de unos 25 años, rubia y con una imparable delante.
Naturalmente a Canuto esta chica lo volvía loco.
Salió con ella un montón de veces, y luego de mucho trabajo, fue con la chica a un albergue transitorio y a partir de allí comenzó a consolidarse la relación.
Isabel vivía en Temperley sobre H. Irigoyen, a unas tres cuadras de donde hoy esta Coto.
Como Canuto nunca tenía un peso, a la hora de tener sexo, lo hacían en la casa de la chica cuando no estaban los padres.
La relación con el tiempo fue avanzando, aunque parecía increíble, había hasta una idea de casamiento.
Un día visitando a su novia y en casa de ella, Canuto conoce a una prima que vivía en La Plata y como estaba de vacaciones, vino a pasar unos días.
Esta prima era lo opuesto a Isabel, morocha, alta, también con buena delantera, tenía unos treinta años.
Podes creer que este desesperado de Canuto impactado por la belleza de la chica, la invito a salir.
Y más aún podes creer que, Roxana como se llamaba la chica, acepto.
Durante la permanencia de ella en Temperley que fue de unos quince días, salieron varias veces.
El galán de Banfield, naturalmente con visita al telo incluida, la llevo a pasear por todos lados.
Así pasaron los días de vacaciones y Roxana volvió a La Plata.
Pero antes de irse y según ella, atormentada por lo que le había hecho a su prima, le confiesa a Isabel lo sucedido con su novio.
Pasaron los días, hasta que la desilusionada novia de Canuto asimilo lo sucedido.
Una tarde de Domingo como tantas otras, los novios se juntaron en la casa de Isabel para hacer sus cositas, AHÍ EN ESE LUGAR OCURRE LO INESPERADO.
Isabel le larga de una lo que su prima de conto.
Por más que Canuto niega todo, la chica no le creyó absolutamente nada.
De repente Isabel se dirigió a la cocina y volvió con una enorme cuchilla.
Se plantó a escasos medio metro de su novio y le dijo a Canuto que se sacara toda la ropa, y de a poco lo fue arriando hacia la puerta de salida.
Con semejante cuchilla de por medio, Canuto no dudo un segundo en hacer caso.
Por más que suplico y suplico, le abrieron  la puerta y en segundos se encontraba desnudito, como cuando vino al mundo en la vereda.
El escenario no era muy favorable, día Domingo, tres de la tarde, mes de Mayo de los de antes, bastante frio, muchos autos que circulaban por la avenida, en ese contexto PASO ALGO VERDADERAMENTE COMPLICADO.
Mala suerte para el pobre Canuto, un patrullero pasó en el momento menos conveniente y naturalmente lo vieron.
Dos gruesos policías bajaron del Ford Falcón Blanco con letras negras.
La Bonaerense de mediados de los setenta, no se caracterizaba por sus buenos modales y  gentileza.
Así fue que, entre empujones y en pelotas al pobre Canuto
Se lo llevaron a la comisaria.
Le dieron un trapo grande que parecía una colcha para que se tapara, y en esas precarias condiciones lo tuvieron guardado dos días.
Cuando se cansaron de gastarlo los muchachos del Falcón lo alcanzaron hasta su casa en Banfield.
Como pudo y con el trapo encima, entro y le conto a su madre lo sucedido.
Como la pobre mujer estaba acostumbrada que el nene se ausentara por varios días,  no le sorprendíó que su hijo no viniera a dormir a casa.
El buen Canuto, hoy es un tipo de unos setenta años, solterón, que vive de lo que puede en su casa de toda la vida.
Canuto cuenta que, siempre que pasa por Temperley, recuerda el lugar donde vivía Isabel cuando la conoció.
Textuales palabras de Canuto cuando se  refiere a su ex novia, LO QUE ME HIZO ESA PERRITA, NO ME OLVIDO JAMAS, PASE EN CANA LOS DOS DIAS MAS MISERABLES DE MI VIDA.
“Yo digo, pedazo de cara de piedra, vos que le hiciste a ese pobre chica”