12 de noviembre de 2018

BARES, BOLICHES Y CAFECITOS DE LOS AÑOS 60 Y 70.

FUERON SIMBOLOS EN LA CIUDAD DE BANFIELD.
Algunos de los bares símbolos de la Ciudad de Banfield desaparecieron, el paso del tiempo y el progreso fueron implacables con ellos.
Uno fue el bar "El Sol" que se encontraba en la esquina de Vergara y Maipú el cual permaneció abierto hasta el 2008, cuando se transformó en una serie de locales que albergan a distintos comercios. 
Otro de ellos fue "La Guillermina" que funcionaba en la esquina de Darragueira y Alem, el cual durante más de tres décadas, era lugar de encuentro para tomar una cerveza en su amplio jardín en un ambiente familiar.
En su interior funcionaban las mesas para jugar al billar, que con el tiempo pasó a ser su actividad principal, pero el edificio fue demolido a finales de la década del 90.
Un lugar que era todo lo opuesto a este último que te nombré, fue el Bar "España" que atendía en French y Leandro N. Alem.
Conocido popularmente durante toda su existencia como el vómito, era un oscuro bar de billares de aspecto sucio y abandonado que fue demolido a principio de los años ochenta. 
EL ALMACEN Y BOLICHE DE ERMO. 
Recuerdo siempre que en mi barrio, en los años 60 existían un montón de almacenes que como principal característica, era que contaban con el clásico bar y reservado para jugar a las cartas y en algunos de ellos había un billar o billar-gol.
Uno de estos lugares era el almacén de Ermo que estaba en la esquina de Perdernera y Arenales.
La esposa de Ermo atendía el almacén que tenía su entrada principal en la esquina, en el encontrabas todos los productos de almacén, artículos de kiosco y además vendía pan, aunque cosas sueltas no era para nada recomendable comprar porque la limpieza no era lo más sobresaliente en el negocio.
A la vuelta tenía otra entrada donde funcionaba el boliche, donde los viejos de barrio se tomaban alguna copita de parado en la barra o en algunas de las tres o cuatro meses que había.
En este espacio que era bastante amplio, Ermo tenía la máquina de soda donde envasada sus propios sifones con cabeza de plomo ya viejos para los años 70, los cuales cargaba en la vieja camioneta que tenia y hacia el reparto por el barrio.
El boliche tenía un metegol y un billar gol, teniéndonos como clientes a mi y a mis amigos, en el cual nos pasábamos horas y horas intentando mejorar la técnica en la mesa de billar.
Cuando Ermo andaba de buen humor, cosa que no era muy frecuente se sumaba y jugaba algún partidito con nosotros y además nos regalaba algunas fichas.
Este comercio de techos altos, clásica edificación de los 40 estaba bastante poco cuidado y lleno de humedad, falto de pintura y de aseo, razón por la cual la clientela era bastante reducida en el almacén, pero el fuerte de Ermo era el bar y el reparto de soda. 
Mi mamá me contaba que mi abuelo José todas las tardecitas se juntaba con otros Italianos como el, a jugar al Tute Cabrero y a la Escoba de 15 mientras se tomaban unas copitas de ginebra  o algún vasito de vino  de damajuana.
EL BAR DE ARCA.
Recuerdo el que estaba en la esquina de Matheu y Viamonte a una cuadra de donde funcionaba el frigorífico Asurmendi.
Una edificación típica como el bar de Ermo, con dos entradas, una por la esquina donde estaba el almacén y sobre Viamonte la entrada al boliche.
Cuando por las mañanas hacía  el camino a la escuela 20, ya se estaba abierto y en su interior se encontraban algunos parroquianos  tomando algunos traguitos.
Ya sobre el medio día cuando salíamos del colegio veíamos también gente almorzando sentados en las pocas mesas que tenía el lugar.
En la esquina se situaba el buzón donde los chicos dejaban las cartas para pedir juguetes a los reyes magos.
No recuerdo bien hasta que año funciono, porque con el correr de los años el bar se transformó en un almacén que se llamaba La Finca, que en los noventa también cerró definitivamente.
El viejo bar fue otro comercio,  que el paso del tiempo y el cambio de costumbres hizo desaparecer.
EL BAR MATURI.
Hace unos días pasé con el auto por la calle Cerrito y Amero  y recordé que a mitad de cuadra sobre Cerrito, durante muchísimos años estuvo el Bar de Maturi.
A este lugar concurría con mis compañeros cuando iba a la secundaria, a jugar unos partidos al metegol que en aquella época estaba en el Bar.
El Boliche era como otros tantos que había en la zona, refugio de muchos que concurrían a jugar a las cartas y a los dados, mientras se tomaban unas copitas de licor o algunos vasitos de vino.
El Bar con el tiempo cerró si no me falla la memoria en la década del 90. 
EL BAR Y RESTAURANT DE HARRY.
Como lo dije tantas veces, cuando uno va cargando años sobre su espalda cualquier cosita le trae a la mente un montón de recuerdos.
Días pasados estaba viendo una película por cable y en un pasaje de ella, dos personas entablaban una conversación mientras jugaban una partida de Pool en un bar.
Inmediatamente me vino a la mente el Bar y Restaurant de Harry que en los años 80 conocí en Llavallol.
Estaba ubicado sobre la Av. Antártica Argentina a una cuadra de Colegio Euskal-Echea y a pocas cuadras de grandes fábricas como Bieckert, Palmolive y Firestone entre otras.
Durante muchísimos años y en su época de esplendor, su clientela era de esas fábricas, fundamentalmente personal jerárquico de las mismas.
Me contaba Rodolfo y Betty que era su esposa, que trabajaban sin parar y a full todo el día porque era impresionante la cantidad de personas que venían a almorzar.
Con el correr de los años y como pasa en nuestra querida Argentina, todo fue cambiando y poco a poco el Bar y  Restaurant fue decayendo y cada vez venia menos gente a comer.
De una estructura con empelados paso vertiginosamente a ser atendido únicamente por sus dueños.
Esto entre cosas tuvo su origen en que, esas grandes empresas fueron instalando en sus predios comedores con lugares especiales destinados al personal jerárquico.
Fue en esa instancia en que conocí el lugar y con el tiempo entable  una relación de amistad con sus dueños.
El Restaurant contaba con un salón muy grande, yo diría que tenía unos 80 metros cuadrados.
Este salón se dividía en un espacio principal y un reservado que tendría unos 15 mts cuadrados, y era ese lugar donde Rodolfo había colocado un Pool.
Luego del salón principal venia la amplia cocina y más atrás se encontraba la casa.
La edificación clásica de los años 40 cuarenta con puertas enormes con postigos, se mezclaba con las modificaciones y ampliaciones que se habían hecho en el lugar para que funcionara como Bar y Restaurant.
Una tarde estaba en la casa de mis suegros y con Toto teníamos que ir a comprar un repuesto para un Fiat 600 que tenía.
Fuimos entonces hasta Guillón donde había una casa de repuestos muy grande y cuando regresábamos por Antártica Argentina el gran transito que tenía la Avenida a las seis y media de la tarde en verano, nos detuvo justo frente al Restaurant de Rodolfo.
Desde afuera se veía unos muchachos que tomaban una cerveza mientras jugaban un partido de Pool.
Toto me dijo que nunca había visto el lugar y decidimos pegar la vuelta manzana y estacionar para conocerlo y jugar un partido, así fue que entramos y nos recibió amablemente Rodolfo.
Pedimos un par de gaseosas y nos dispusimos a esperar a que los muchachos dejaran libre la mesa.
No tardaron más de 15 minutos en terminar la partida y ahí no más agarramos la mesa.
Creo que jugamos tres o cuatro partido bajo la atenta mirada de Rodolfo que cada tanto me daba alguna instrucción.
Mi suegro era un maestro con el taco porque durante muchos años había jugado billar y para todos aquellos que practicaron esta disciplina el Pool era papita para el loro como se suele decir.
Yo era bastante bueno jugando pero se notaba mi falta de técnica y además  mi  ansiedad  muchas veces me llevaba a errar bolas claves y terminaba perdiendo el partido.
Con el correr del tiempo me di cuenta que, no era necesario garrotear y que debía evitar que la bola blanca fuera a cualquier parte porque eso terminaba perjudicándote.
Uno cuando entra una bola siempre tiene que pensar donde dejara la blanca para meter la siguiente y así sucesivamente hasta llegar a la ocho.
También en un patio interno que dada a uno de los baños que tenía el negocio había un Flipper que Rodolfo le ponía un taco en patas traseras para que jugaras un rato más.
Fueron pasando los días, las semanas y los meses y seguimos concurriendo al Restaurant a jugar al Pool, para ese entonces se sumo la que hoy es mi esposa.
Así de esa forma se fue forjando una  linda amistad y sin darnos cuentas habíamos dejado de ser clientes.
Rodolfo con el empuje que le había dado el Pool alquilado al negocio, compro uno propio.
Era mucho más grande que el que tenía y de una calidad poco común de ver en los boliches.
Recuerdo siempre que los medios días había clientes que se apuraban a comer para jugar unos cuantos partidos y luego continuar con la jornada laboral.
Con el correr del tiempo Harry como le decíamos, tuvo la idea de organizar campeonatos de Pool los viernes por la noche, donde nos juntábamos clientes y amigos hasta altas horas de la madrugada.
Todos sin excepción pagamos una inscripción que parte de ella era destinada a comprar los trofeos para el campeón y sub-campeón de la noche.
También Betty hacia sandiwchs y empanadas para vender y que lo  recaudado sirviera para salir adelante de la difícil situación en que se encontraba el negocio.
Eran unas noches bárbaras que compartías fundamentalmente con buena gente. 
Yo hacia pareja con un señor mayor que se llamaba Salvador que venía con la esposa.
Él era un viejo jugador de villar pero estaba grande y el pulso no le acompañaba, era más lo que pifiaba que lo que metía.
A Harry se hacía muy difícil ganarle un partido de  Pool, hasta a mi suegro le costaba darle batalla.
El tipo tenía una técnica depurada e insuperable por lo menos para todos aquellos que lo enfrentábamos.
Por ejemplo si con mi suegro Toto,  jugaban 10 partidos, Harry ganaba más de la mitad.
Si se enfrentaba conmigo, jugábamos 10 y me ganaba 8.
Con el correr del tiempo y de tanto jugar contra Rodolfo fui puliendo mi técnica, copiándolo en la medida de mis posibilidades,  y ahí le comencé a ganar.
Rodolfo desde todo punto de vista era y es seguramente un  tipo excepcional, detallista al máximo, súper prolijo y  no dejaba nada librado al azar.
Betty era y es seguramante una mujer súper laburadora que vivía para su esposo.
Cuando digo que Harry era super prolijo, recuerdo siempre que luego de una fuerte lluvia había entrado agua al negocio.
Rodolfo subió al techo y se encontró que estaba todo agujereado.
Como plata no había se las ingenio, para con plásticos y brea tapar todos los aguajeros.
Realmente era increíble verlo en pleno verano subido al techo con pantalón largo blanco, camisa de color claro  pasando la brea y no tener una sola mancha en las manos ni en la ropa.
Con sus cosas y pertenencias era muy cuidadoso, todo lo que tenía por más que fueran cosas viejas las tenia impecables.
Me contaba siempre historias de cuando era taxista primero con un Sian y luego con un Falcon que estaban impecables.
Pasaban los años y sus coches estaban como recién salidos de fábrica.
Me contaba que si amanecía lloviendo no salía a trabajar, solamente se levantaba y se corría hasta la cooperativa donde lo guardaba, para ver si la ventana que tenía al lado estaba cerrada.
Si lo agarraba la lluvia cuando estaba trabajando, dejaba al pasajero y llevaba a guardar el auto, lo secaba y a casa.
Recuerdo siempre su forma de manejar impecable, la suavidad en su manejo era algo difícil de imitar, ni hablar de agarrar un pozo.
Lamentablemente y pese a los esfuerzos que hacían para salir adelante con el negocio, el Restaurant no daba para más, entonces Rodolfo decidió dedicarse a la compraventa de autos usados.
Con lo que vendió las instalaciones de negocio más algunos ahorros que tenia, compro algunos autos y comenzó su nueva actividad.
Para ello,  medio que se asoció con un muchacho que se llamaba Gabriel que tenía la agencia casi pegada al Restaurant.
Esa sociedad no prosperó  en el tiempo por las grandes diferencias que ambos tenían, eran totalmente distintos en su forma de ser y de manejarse en la vida.
El correr del tiempo y las nuevas obligaciones que uno va adquiriendo, conspiró con la relación que teníamos y nos fuimos distanciando, pero siempre guardo entre mis recuerdos muchas de sus enseñanzas y su calidad de persona.
Tengo decenas de historias de Harry y podría escribir varias horas, pero prefiero retomarlas en otro momento.
EL BAR EL TALADRO Y EL BAR LA CANCHA.
Dos clásicos bares en la calle Arenales a la altura de la cancha de Banfield, eran El Taladro en la esquina de Arenales y Gallo que cerro allá por los 80.
El otro se llamaba La Cancha y se ubicaba en Arenales y Peña, dejando de abrir sus puertas hace unos quince años.
Café, tragos, alguna comida y el clásico billar era lo que ofrecían estos boliches de mi barrio.
Recuerdo siempre los día de partido, donde entraba y salía gente de manera permanente.
Década del 60 y 70 la jornada futbolera de los Domingos comenzaba cera de las doce del mediodía porque jugaba la tercera, la reserva y luego el esperado encuentro central de primera.
EL BAR CATAI. 
Como lo he dicho en reiteradas oportunidades, en los años 70 concurría a pileta que estaba en la sede del Club Banfield, y cuando salíamos los chicos y las chicas pasábamos por un barcito que se llamaba "CATAI" a tomar una TEEM con limón y hielo.
Este bar desaparecido hace muchos años, se encontraba del lado este de Banfield, a poquitos metros antes de ingresar a las escalera del paso bajo nivel peatonal que cruzaba la estación.
Un bar muy tradicional que en esos años albergaba a muchos estudiantes que nos hacíamos la rata y pasábamos parte de la mañana o la tarde en el lugar. 
ALGUNOS BOLICHES PARA PÁREJAS.
Estos boliches estaban acondicionados con muy buen gusto, con mesitas con suaves manteles y lámparas con luces muy tenues, muchos de ellos tenían una barra donde también podías consumir algo.
Fueron bastantes comunes en los años 60 y 70, donde sé escuchaba música melódica, pasando un rato agradable tomando algo con una linda chica.
Con el paso de los años, estos lugares fueron sufriendo algunas transformaciones, dejando de lado las mesas y sillas que fueron reemplazados por cómodos sillones puestos en fila india, con pequeñas mesitas a sus pies, asemejando a los asientos de un avión.
La iluminación era menos que tenue y en otros boliches más audaces para la época, te acompañaban al lugar a ocupar con una linterna, que también servía de guía al retirarte, repitiéndose esta situación cuando pedías algún trago o necesitabas algo.
Lugares con esta característica, eran "IL RAGNO" en Temperley, GISSELLE  y UN LUGAR en Lomas.
Con el correr de los años, cuando todo comenzó a ser más permitido, estos lugares dejaron de ser visitados por esos jóvenes y fueron desapareciendo uno a uno.
UN CAFÉ EN EL ALTILLO.
Era una cafetería que estaba en la Galería Meeks de Lomas de Zamora casi sobre la salida a la estación, funcionando durante los años 70 y 80.
Un lugar de reducidas dimensiones, muy tranquilo que atendía los pedidos de los locales que en esos años había en la galería y también, a la gente que pasaba por el lugar y decidía tomar un buen café en un ambiente muy tranquilo. 
Para acceder a el, subías por la angosta escalera caracol para sentarte en una mesa y disfrutar de un buen café a la turca mientras escuchabas buena música.