Al recordar los
juegos de mi infancia, inevitablemente me invade la añoranza.
A diferencia de las
opciones actuales muy ligadas a lo tecnológico, en otras épocas los chicos eran
capaces de pasarse horas enfrascados en juegos rudimentarios de barrio.
Uno de los
entretenimientos que nos ha movilizado y que aún en estos tiempos, sigue
existiendo es el balero.
Su
estructura está compuesta por una esfera de madera de pocos centímetros de
diámetro agujereada en la parte superior, desde donde pende un hilo unido a un
mango de grosor apenas menor al de la perforación de la bocha.
Los
hay de diferentes variantes en cuanto al material, por lo general madera
de cedro, sauce o álamo, a la longitud de la correa y al peso de la bola.
El juego se
desarrolla de a dos y consiste en tomar el mango dejando colgar la esfera, que
deberá ser impulsada hacia arriba con velocidad a fin de que el hueco de la
esfera encaje perfectamente en el mango.
La forma de balancear
el elemento y de tomar el palito puede variar, y de acuerdo a la postura
adquirirá diferentes nombres como simple, doble, etc.
Un turno para cada
participante se realiza el conteo de fallas y aciertos.
Si bien su origen es
incierto, se estima que el balero surgió en México y tuvo tanta difusión que se
convirtió en un juego universal que hoy desconoce fronteras.Muchas culturas y
países lo han adoptado desde la era precolombina.
Es accesible en todo sentido, económico, sólo requiere de cierta habilidad, buena vista y ganas de desafiar nuestra precisión.
Es accesible en todo sentido, económico, sólo requiere de cierta habilidad, buena vista y ganas de desafiar nuestra precisión.